
Fue solo una visión, pero fue suficiente para seguir.
Con desesperación me alejé del lugar, para descubrir que ya estaba por todas partes. Mi razón se encontraba infectada, mis actos, mis respiros...todo. Ya no había escapatoria de ti.
Te seguí por entre las calles, por entre los laberintos de gente ajena a nuestra razón, ajenos a nosotros. Te seguí hasta perderte, para volver a encontrarte en una esquina. Confundido entre la razón y entre la ilusión de lo que pasaría, te escabulliste de mí y del tiempo, para entrar por el pasillo. No podía detenerme ahora, debía seguirte.
A cada escalón te sentía un paso más cerca. Ya no podía más, te había esperado demasiado.
No me conocerías, pero yo sabía quién eras. Siempre lo había sabido. Eras yo mismo, yo dentro de otro cuerpo, libre de estas infecciones que me consumen, que no me dejan escapar. Serías el sueño de alguien, quién te desearía para sí con ansias. No serías su miseria; ese sueño confuso que trató de amoldarse a su esperanza de amar para sólo terminar en su condena.
Te reconozco en mi desnudez y ya no sientes miedo. Somos la misma persona y te das cuenta de ello. Somos dicotomía, la contraposición del sueño y la realidad. Pero como sueño que eres, no podía alcanzarte; debía despertar.
De frente al espejo, tu reflejo me dejaba verte. Aún era muy temprano para dejar de ser yo y ser tú, todo lo que yo quiero ser. No estaba listo, no todavía.
Me alejé de ti. Dejé que te incorporaras, tomaras la manilla y abrieras la puerta. Saliste por el mismo pasillo por donde habías entrado para volver a caminar entre la gente. Solo yo noté tu ausencia.
Volví a sentarme y conversar otro rato. Nos veríamos la próxima semana al parecer.
Me incorporé y recorrí el pasillo nuevamente para volver a la sala. Se abrió la puerta y entré nuevamente.Las siguientes dosis serían más fuertes y volvería a verte. Quizás las cosas serían distintas y me llevarías contigo, fuera de estos pasillos.
Sólo quince minutos más y sería hora de mi cocktail.